miércoles, 10 de diciembre de 2014

Lo vernáculo

Lo vernáculo puede definirse como aquello que no pasa por las manos de los profesionales sino que está controlado de manera autónoma por cada comunidad. El mercado -el sitio en donde los profesionales crean bienes y servicios escasos- nada tiene que ver con lo vernáculo.
Lo vernáculo es una forma de vivir, es la manera particular de preparar la comida, de adquirir la lengua, la forma de diversión, de parir, de vestir; es lo característico de una comunidad específica.

Pese a lo importante que lo vernáculo es para cualquier comunidad, la era industrial, y en especial la era del desarrollo se han encargado de desplazarlo. Es decir, con la era industrial toma importancia un fenómeno homogeneizador que atenta contra lo vernáculo. Las comunidades vernáculas no tienen cabida en un mundo globalizado y homogéneo, el cual es regido por supuestos económicos entre los que sobresale como el más importante el de la escasez.
Las comunidades tradicionales o vernáculas, pese al hostil ataque del mundo moderno y todas sus implicaciones -ataques disfrazados como promesas de bienestar, desarrollo, modernización, educación, etc.- aún subsisten en la mayoría de los países del Sur.

 Los profesionales consideran lo vernáculo como síntoma de atraso, no productivo, folklore, y por tanto; las comunidades vernáculas son vistas como comunidades subdesarrolladas y atrasadas, las cuales dadas sus condiciones deben ser ayudadas para desarrollarse. 

El paso radical de la lengua vernácula a la lengua enseñada anuncia el paso del pecho al biberón, de la subsistencia a la asistencia, de la producción para el gasto a la producción para el mercado... Antes, no había manera de salvarse fuera de la Iglesia; ahora, no habrá ni lectura ni escritura -ni tampoco, si es posible, habla- fuera de la esfera de la educación.

La redefinición del proceso de adquisición del saber, en términos de escolarización, no sólo ha justificado a la escuela, al darle apariencia de necesidad, sino que una vez que se acepta ser definido por una administración, según su grado de conocimientos, se acepta después, sin dudar, que los burócratas determinen sus necesidades de salud, que los tecnócratas definan su falta de movilidad... Una vez moldeado en la mentalidad de consumidor-usuario, ya no puede ver la perversión de los medios convertidos en fines, inherentes a la estructura misma de la producción industrial tanto de lo necesario como de lo suntuario.
En realidad, la industrialización de las necesidades reduce toda satisfacción a un acto de verificación operacional, sustituye la alegría de vivir por el placer de aplicar una medida.


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