viernes, 12 de diciembre de 2014

La teoría de los Cuatro discursos

La teoría de los cuatro discursos en Lacan tiene sus bases en la célebre fórmula “el inconsciente es el discurso del Otro”
Lacan define al discurso como un lazo social  transindividual y de naturaleza intersubjetiva.  

El discurso del amo:
El saber, campo del esclavo, le es expropiado al esclavo por parte del amo. El saber en cuestión es un “saber hacer” artesanal.
El discurso Universitario: 
Este discurso ejemplifica el paso del amo antiguo al amo moderno. Se produce un cambio en el orden del saber, ya no interesa como antes el saber del esclavo para que el amo lo tome, sino que el saber ya es un saber del amo. El amo se vuelve anónimo, está en todas partes y pretende que el sujeto sea un producto en tanto sujeto que piensa. Paralelamente, queda reprimido lo que antes era visible: la sumisión del esclavo con respecto al amo.
Sobre este discurso se apoya la ciencia, ya que la verdad se formula como un imperativo.
Discurso de la Histérica:
Un sujeto se dirige hacia un amo orientado por el deseo de saber. Lo que domina en el lugar de agente es el síntoma. A diferencia del esclavo, la histérica no entrega su saber, desenmascara al amo. La experiencia analítica transcurre a este nivel discursivo, ya que el síntoma se pone en causa.
Discurso del Analista:
La función de este discurso es llevar el saber al lugar de la verdad.
Se trata de un discurso no oficial, sino oficiante del no-todo.
  
Lacan suma a estos cuatro discursos una variante   Se trata del discurso capitalista, variante del discurso del amo (el Discurso hegemónico del tardocapitalismo es el universitario). En cuanto a la formación del discurso capitalista, está determinada por la intervención de la ciencia en el discurso del amo. 

La ciencia como mercado del saber, acumula verdad científica y se pone al servicio de la acumulación del capital. Por eso el mercado del saber y el mercado del goce son solidarios en la medida en que la ciencia produce tecnología, objetos de consumo posibles. Dice Lacan: “el saber vale”.
Para Lacan  la ciencia (y por ende sus productos técnicos) excluye al sujeto, pero al mismo tiempo se espera que la ciencia opere en relación a esta pérdida con el fin de tapar, o velar al menos, dicho vacío. 

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